sábado, 28 de marzo de 2009

F. NIETZSCHE: CONTEXTO HISTÓRICO-CULTURAL Y FILOSÓFICO

CONTEXTO HISTÓRICO-CULTURAL Y FILOSÓFICO

1. Contexto histórico-cultural

A. Las transformaciones sociales

*Burgueses y obreros
La fracasada revolución francesa había provocado la reacción de la nobleza y de las monarquías europeas y un resurgir del antiguo régimen, pero el impulso de la revolución industrial y los profundos cambios sociales que desarrolló dieron lugar a nuevas acciones revolucionarias.
La burguesía dominaba las esferas política, económica y cultural del mundo occidental. Sin embargo, la unidad de la burguesía se rompió: si la alta burguesía -grandes comerciantes, industriales y banqueros- quería conservar el status alcanzado, para lo cual se ponía del lado de la monarquía y el sufragio censitario (solo tenían derecho de voto los ciudadanos varones con dinero y cultura que pagaban una tasa), la pequeña burguesía -artesanos y pequeños comerciantes- era partidaria de la república y el sufragio universal (la única limitación del derecho de voto es la mayoría de edad y la ciudadanía), pretendía ampliar las reformas hacia una mayor igualdad social.
El número de trabajadores industriales había aumentado y con él también lo hicieron la resistencia al orden social impuesto por la burguesía y las reclamaciones para obtener mejoras laborales y mayores derechos políticos. La burguesía, impulsora antes de las reformas políticas y sociales, se dispone a defenderse de la clase obrera, sacrificando la libertad y la igualdad para salvaguardar la seguridad y la propiedad.
La historia europea del siglo XIX se despliega así como un juego de alianzas y enfrentamientos entre burgueses y obreros , que se unen contra la monarquía para desbancarla del poder e impulsar una liberación económica, pero que se enfrentan cuando artesanos y obreros exigen reformas democráticas que garanticen una mayor igualdad política y económica.

* El final del antiguo régimen
Los principios nacionalistas, liberales y socialistas confluyeron en la revolución de 1848, y, aunque ésta fracasó, ya habían enraizado en una sociedad europea que asistía a los momentos finales del antiguo régimen. En buena parte de los Estados europeos, al acabar el siglo XIX, existían constituciones que consolidaban cambios políticos democráticos.

* El desarrollo económico y tecnológico
A partir de 1870 asistimos a la segunda revolución industrial. La expansión del ferrocarril, de las grandes industrias siderúrgicas y de la minería, así como la creación de compañías bursátiles que desarrollan el capital financiero, son elementos de este proceso. Se produce una gran concentración de capital, la aparición de grandes empresas y el protagonismo creciente de la banca. Se incorporan nuevos países al proceso industrial: Austria-Hungria, Italia, los países escandinavos, Rusia, España, Japón y Estados Unidos, que a finales de siglo supera a Gran Bretaña en producción industrial.
Los avances de la industrialización fueron fruto de una estrecha relación entre el desarrollo científico y el tecnológico. Se desarrolla la educación, a la que se ve como un factor de progreso social y económico. El dominio colonial también contribuyó al desarrollo económico.

* La unificación de Alemania
Bismarck, primer ministro de Prusia, fue el artífice la unificación de Alemania (1815-1898).
En 1867 se aprobó una Constitución que daba una estructura federal a la unión de los veintitrés Estados situados al norte de la línea Francfort-Maine. Estaba presidida por Guillermo I de Prusia con Bismarck como canciller.
En 1870, Bismarck, tras destruir al ejército francés, creó el Segundo Imperio , que incorporó a los estados alemanes del sur, a excepción de Austria, y promulgó una constitución que establecía un órgano de representación de los antiguos Estados soberanos, el Reichsrat. El Parlamento o Reichstag, elegido por derecho de voto, no tenía poderes reales de control del gobierno, que quedaba bajo el dominio de Prusia.
El mapa político europeo se había modificado. Alemania se había convertido en la gran potencia continental a costa de Austria y de Francia, mientras Gran Bretaña se dedicaba a su expansión colonial.
El proceso de unificación alemán, mezcla de nacionalismo liberal y de centralismo político, dio lugar a un extraordinario desarrollo económico y a un cambio en la estructura social, acompañado por la transformación de las instituciones educativas. Una parte importante de la población se convirtió de rural en urbana, la economía agraria dio paso a una economía industrial y la educación, antes predominantemente humanista, se orientó a la enseñanza de la tecnología.
El organizado y rígido Estado alemán formó una clase eficiente de funcionarios y ciudadanos honestos, trabajadores y respetuosos de las leyes. Como contrapartida, el individuo y la libertad de espíritu parecían haberse sacrificado al esplendor político y económico.

B. La cultura

* El arte
Los cambios en la economía y en la sociedad de la segunda mitad del siglo XIX contribuyen a la aparición de una mentalidad menos especulativa y más cercana a la realidad, representada por el positivismo de Augusto Comte, y condensada en su lema "orden y progreso".
La mentalidad positivista encontró su reflejo en el realismo, que pretende seguir a los científicos y representar con veracidad la realidad humana a través de la observación y la descripción, como por ejemplo en las novelas de Víctor Hugo, Dickens y Dostoievski y en los cuadros de Courbet y Millet.
Pero también se manifiesta en el arte la crítica individualista a la sociedad decadente, defensora de uos valores artificiales que ahogan la capacidad de vivir. Es la época de las vanguardias, de un modo de vida bohemio, en contra de los valores establecidos "más allá del bien y del mal". Detrás de este elitismo con el que los artistas tratan de hacer de su vida una obra de arte se percibe un cierto escapismo, la falta de ideales y de compromiso. En la obra de Vincent Van Gogh (1853-1890) se refleja su drama interior.
El movimiento impresionista , que protagonizó las últimas décadas del siglo XIX, pretendía ser fiel a la naturaleza: sus estudios de la luz permitían que la pintura plasmase la auténtica realidad de lo que se ve. La inmediatez del instante, la luz y el movimiento están presentes en las obras de Renoir, Monet, Manet, Degas y Toulous-Lautrec. La fugacidad inspira también a Debussy, que lleva esta nueva estética a la música.

2. Contexto filosófico
Ya hemos dicho que la mentalidad predominante es la del positivismo. Según esta corriente filosófica, la humanidad se encuentra en su grado máximo de desarrollo gracias al pensamiento positivo y a la ciencia.
El evolucionismo de Charles Darwin (1809-1882), defendido en El origen de las especies (1859) ofreció una explicación científica a la conciencia del cambio, acabando con la imagen estática de la realidad: las especies varían y se diversifican resultando otras nuevas. Eliminando el providencialismo, la evolución de los seres vivos se produce como lucha por la supervivencia. La selección natural aparece como un mecanismo despiadado que se alimenta del sufrimiento y de la muerte de los débiles.
La ampliación al ser humano de los principios evolucionistas a partir de la publicación de El origen del hombre (1871) dio lugar al darwinismo social de Herbert Spencer (1820-1903), que legitimaba la doctrina del liberalismo económico. La miseria del proletariado y el imperialismo se consideran expresión de la ley natural, cuya consecuencia es la competencia del mercado, en la que los más aptos para la supervivencia son los vencedores.
Las características esenciales del positivismo son las siguientes:
- La admiración por la ciencia como única forma válida de conocimiento.
- Una actitud de crítica a la metafísica. Según estos pensadores, todo lo que está más allá del conocimiento de los sentidos no tiene validez y es un contrasentido.
- La creencia en la idea de un progreso ilimitado de la sociedad y de la capacidad moral del ser humano. Según esta teoría, una vez desechados todos los valores metafísicos y religiosos que limitan al ser humano, se producirá un progreso ilimitado de la vida social y cultural de la humnanidad.

Frente a esta mentalidad, aparece a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, otra mentalidad, en pugna con el positivismo. Proviene de teorías que pueden definirse como "filosofías de la vida". Una de las más importantes es la de Friedrich Nietzsche. Los cambios de la sociedad emergente, lejos de liberar al hombre, ahogan su vida. Se abre camino un sentido individualista del destino humano sin caer en falsos consuelos. El individuo tiene un valor absoluto al margen de la sociedad interesada en la riqueza o el poder político.
Esta actitud ante la vida surge de la decepción que provoca una realidad social que no ha permitido realizar los ideales de la Ilustración ofreciendo una imagen del mundo como una gran mentira en la que las ideas han ido cediendo ante el poder político y el poder económico.
Los pensadores que afrontan el sentido de su existencia se enfrentan a su soledad y a su dolor con el orgullo de quien se sabe artífice de su vida.
La filosofía alemana de la segunda mitad del siglo XIX se lanzó a la tarea urgente de salvar al individuo defendiendo la creatividad, la libertad y la vida frente a las garras del idealismo hegeliano y del positivismo científico. Ni del idealismo, que legitimaba la concepción absoluta del omnipotente Estado, ni el positivismo, que dejaba en manos de la razón técnica de la ciencia la organización social y el progreso de la humanidad, eran capaces de comprender la vida humana. Dilthey (1833-1911) planteó la necesidad de diferenciar las ciencias naturales, que buscan la explicación de los fenómenos sometidos a las leyes de la causalidad, y las ciencias del espíritu, que pretenden "comprehender" el sentido de la vida humana a partir de la propia historia de la humanidad. La filosofía de Nietzsche manifiesta con radicalidad la crítica a la razón idealista y positivista y la defensa de los valores de la vida. Seguidor de la filosofía de Schopenhauer y conocedor de la filosofía clásica griega, revolucionó el concepto de filosofía que desde Platón había predominado en la cultura occidental.
En los comienzos del nuevo siglo, Europa fue agitada por fermentos nacionalistas e imperialistas que, aún desarrollándose de manera diferente en cada país, tuvieron en un lapso de pocos años un trágico desenlace común: la Primera Guerra Mundial. Nietzsche, en esta época de transición, tuvo una capacidad premonitoria de la inminencia de las catástrofes que cambiarían los valores y el modo de vivir de los europeos del siglo XX:

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