jueves, 26 de marzo de 2009

Emilio Gómez Millán: Crítica a Descartes desde la neuropsicología cognitiva

Imagine a un ordenador planteándose la frase de Descartes: "yo pienso, luego yo existo". ¿Es posible? En todo caso, según la famosa frase, se deduce de la facultad de pensar del yo, su
existencia. También que no existe el pensamiento sin dueño. La frase adopta forma de ecuación, donde pensar y existir son lo mismo. Descartes no duda de su voz interna. La conciencia sería este habla subvocálica, a la que él dota de carácter lógico, siguiendo la relación causa (pensar) y efecto (existir). En realidad, expresa la solución a una duda, la de su existencia. ¿Cómo saber que no soy una máquina, si mi vida es sueño, que tal vez estoy en coma conectado a una realidad virtual, soy un engañado cerebro en un frasco o soy un computador...? La respuesta es bien sabida. Dudo (pienso) y si dudo es indudable que existo. Por otro lado, resolver una duda por la existencia de la duda no es una gran solución científica, mas bien es establecer un dogma de fe, aunque solemos aceptar que si alguien duda de su salud mental no está loco. La cuestión es: ¿dudan los ordenadores? ¿tienen eco? ¿poseen un yo? ¿lo tendría un cerebro en un frasco: dudas, eco y/o yo?
Hoy dia se habla del error de Descartes (Damasio, 1994)), de que confundió la causa y el efecto, que sería mejor decir "existo, luego pienso". Una prueba de ello son los marcadores somáticos, o cómo nuestras decisiones supuestamente racionales suelen venir afectadas por intuiciones que se sienten en las tripas (como vimos en la parte primera del libro). Tal vez el miedo puso la duda en la mente de Descartes, el miedo a la muerte o a lo que sea. Este tipo de dudas casi obsesivas solo pueden resolverse a través del esfuerzo mental, del repaso mental de la idea hasta el agotamiento, entonces el sistema encuentra el descanso. Fue el esfuerzo producido por la duda, el que le dio la sensación intuitiva de “eureka he encontrado la solución”. Pero entonces se trataría de una solución supersticiosa. La frase de Descartes se parece sospechosamente a esta otra: "Existo por que existo o pienso por que pienso". Esto es, solo por adoptar la forma o sintaxis de un razonamiento “si A, entonces B”, parece un razonamiento pero no necesariamente lo es. Parece que, de algún modo parecido a los genes, las ideas estan sujetas a la lucha por la supervivencia (memética). Puede ser un cuadro, un pensamiento, un invento... El pensamiento de Descartes es una idea superviviente en Occidente, con independencia de su valor de verdad. Algunas ideas prenden fácilmente en la mente humana, con disponibilidad hacia ellas, causando una satisfacción que confundimos de modo pragmático con la verdad o simplemente no nos interesa especialmente la verdad.
Piense que usted es un cerebro en un frasco, ilusionado con una vida que es sueño. Dennett afirma que no somos un cerebro en una tina, como en la película Matrix, ya que la inteligencia artificial aún debe progresar mucho para generar una vida simulada, pues aún no sabe lo suficiente ni para simular las sensaciones que produce en la yema del dedo jugar con la arena un día soleado. Los múltiples sentidos nos salvan de tener alucinaciones fuertes, y nos garantizan, por la sinergia entre ellos, que la vida es real. La cultura nos ayuda a decidir lo que es real y lo que no, además tenemos dispositivos cerebrales que diferencian lo real de
lo imaginado, aunque parecen depender de la retroalimentación sensorial y de la acción propia. Pero si no tuviésemos cuerpo, ni sentidos ni tripas ni movimiento: ¿pensaríamos?, ¿habría duda cartesiana? ¿Resulta esta voz interna de algún ritmo interno y propio del cerebro?
En esta segunda parte del libro, buscamos el lugar y el momento del cerebro donde se podría producir la duda cartesiana, el eco. Se mantiene que el cerebro es un sistema generador de expectativas, donde siempre están implicados en una medida variable los esquemas del yo. Es un dispositivo imiperfecto de verificación de hipótesis, siendo su principal ley la de la inercia mental, y manifestando una gran resistencia a anularla, esto es, a cambiar la hipótesis.


(Emilio Gómez Millán: El cerebro en un frasco)

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